domingo, 7 de febrero de 2010

SUBLIME OBJETO DE LA IDEOLOGIA

DAYANNA ANDREA CARRERA GUARTAN
LENIN GABRIEL CASTILLO PIÑAN
EXAMEN
En esta obra, el autor contempla el tema de la mediación humana en un mundo posmoderno. Los agudos análisis del autor exploran las fantasías ideológicas de completud y exclusión que elabora la sociedad humana.
Por esta razón, el autor representa una notoria contribución a la teoría psicoanalítica de la ideología, además de ofrecer interpretaciones convincentes de una serie de formaciones culturales contemporáneas.
Explora las fantasías ideológicas de integración y de exclusión que conforman las sociedades humanas. A través de la vinculación de conceptos psicoanalíticos y filosóficos esenciales con fenómenos sociales como el totalitarismo o el racismo, este libro explora la significación política de estas fantasías de control.
De este modo, el texto supone una poderosa contribución a la teoría psicoanalítica de ideología, además de una interpretación persuasiva acerca de varias formaciones culturales contemporáneas.
La ideología mantiene una cierta distancia que se coloca en un lugar peculiar, y como sabemos, el lugar lo construye no sólo quien lo ocupa sino el propio lugar. No es que Zizek sea pionero en el análisis de la ideología bajo perspectivas inéditas. Pero a diferencia de otros autores, en el texto encontramos una apuesta teórica más comprometida con el psicoanálisis y, en consecuencia, más radical en su interpretación.
Lo que Zizek hace es establecer el estatuto de la ideología sobre la tríada lacaniana de lo real, lo simbólico y lo imaginario, lo que supone también su articulación con conceptos. No es psicoanálisis aplicado porque desde Freud y Lacan lo repetía con insistencia no hay psicoanálisis aplicado.
Zizek escribe sobre los textos de Lacan. A diferencia de otros autores Zizek emprende la apuesta más radical por pensar la noción de ideología desde el psicoanálisis lacaniano. No es que recurra a un concepto lacaniano para salvar un escollo teórico, al contrario: desde "dentro", desde la topografía lacaniana avanza y captura objetos sublimes, como la ideología, esto es, colocados en ese lugar donde no hay nada, en el lugar de la cosa. Porque de eso se trata El sublime: de los intentos, condenados al fracaso, por simbolizar lo real a través de ciertos objetos, de las consecuencias "ontológicas" y de los correlatos ético–políticos de ese soberano fracaso.
Este "fracaso", a la que recurre Zizek, es a través de una lectura crítica de la dialéctica hegeliana en tanto la imposibilidad de reconciliación plena, como persistencia de una contradicción interna y anterior a toda identidad, que explicaría el estatuto ontológico de esa contradicción como parte del conocimiento absoluto; una lectura, salta a la vista, que subvierte algunas interpretaciones de la dialéctica hegeliana en tanto conciliación y superación de las contradicciones.
Zizek está en desacuerdo con los análisis de la condición posmoderna, desde Habermas hasta Sloterdijk, y expone la idea de que el mundo, "posideológico" ignora que "aun cuando no nos tomemos las cosas en serio, seguimos haciéndolas". Zizek rechaza el mundo unificado posmodernista de superficies y traza una línea de pensamiento de Hegel a Althusser y Lacan en la que el sujeto humano está escindido, dividido por un profundo antagonismo que determina la realidad social y a través del cual actúa la ideología. Mediante el vínculo de conceptos psicoanalíticos y filosóficos claves con fenómenos sociales como totalitarismo y racismo, en este libro se explora la importancia política de estas fantasías de control. Por esta razón, El sublime objeto de la ideología representa una notoria contribución a la teoría psicoanalítica de la ideología, además de ofrecer interpretaciones convincentes de una serie de formaciones culturales contemporáneas.
Para Zizek, la ideología comporta una dimensión fundamental: no es una “falsa conciencia”, una representación ilusoria de la realidad, “es más bien esta realidad a la que ya se ha de concebir como ideológica – ideológica es una realidad social cuya existencia implica el no conocimiento de sus participantes en lo que se refiere a su esencia...”. Ideológica no es la “falsa conciencia” de un ser social, sino este ser en la medida en que está soportado por la “falsa conciencia”. Dimensión que, para el autor, es correlativa a la de síntoma.
Pero, y al mismo tiempo, se puede argumentar que el nivel fundamental de la ideología es fantasmático, en tanto que la ideología estructura la realidad social. No tanto: “...el de una ilusión que enmascare el estado real de las cosas, sino el de una fantasía inconsciente que estructura nuestra propia realidad social”.
Zizek sabe que toda ideología no es sin fisura, que algo escapa a lo que la ideología intenta atrapar, encapsular. Concluye entonces que: “ la función de la ideología no es ofrecernos un punto de fuga de nuestra realidad, sino ofrecernos la realidad social misma como una huída de algún núcleo traumático, real”.
Un ejemplo muy claro de este texto lo vemos reflejado en nuestra vida cotidiana al decir que todo el tiempo nos ponemos a apostar poniendo en duda y a prueba nuestros conocimientos.
Si antes ya había invertido la fórmula de la ideología en tanto "falsa conciencia" por decir la representación falseada de la realidad, ahora Zizek subvierte la conocida frase de Marx sobre la operación ideológica: "ellos no lo saben, pero lo hacen". Es este, pues, otro costado de la ideología.
Zizek critica esa posición de "conciencia ingenua" en que coloca la premisa "ellos no lo saben, pero lo hacen"; pero más crítico se muestra aún con la pretendida solución al problema de la "falsa conciencia", que consistiría en una suerte desvelamiento, de aletheia en tanto descorrimiento de un velo que permitiría ver la verdad, entre la falsa representación de la realidad y la "verdadera" por decir aquella que no está falseada.
La pregunta que se formula Zizek es si esa posición de "conciencia ingenua" sigue sosteniéndose, si es que acaso alguna vez lo hizo. Refiere que en su Crítica de la razón crítica, y sostiene que la forma de la ideología dominante contemporánea es el cinismo, lo cual Zizek sintetiza en relación con la máxima marxista en la siguiente fórmula: ellos saben muy bien lo que hacen, pero aún así lo hacen.
Ya sea desde la conciencia ingenua o desde la razón cínica, el estatuto ideológico de la realidad queda prácticamente intacto: en el primer caso, ya se sabe, prevalece un falso conocimiento de la realidad; en el segundo, también; la diferencia entre ambos es que la conciencia ingenua "no sabe" acerca del "falso conocimiento" del que es presa; en contraste, la razón cínica lo sabe. Al final, unos y otros (quienes no lo saben y quienes lo saben; los ingenuos y los cínicos), lo hacen. "Ellos lo saben/no lo saben, pero lo hacen", se podrían sintetizar ambas posiciones.
Como conclusión podemos decir que en un solo movimiento, Zizek intenta responder a dos preguntas con la misma respuesta: por un lado, aquella que interroga sobre la internalización de esa "máquina simbólica" externa, que sostiene el fantasma ideológico que estructura la realidad social y, por el otro, acerca de la Causa que echa a andar todo ese proceso de identificación y falso reconocimiento de la realidad.